ELEFANTE
 
 
 
Localización: Catedral de Notre Dame Francia
Análisis Iconográfico: Elefante sentado sobre sus cuartos traseros asomado sobre una cornisa, sus patas no se corresponden con las naturales de éste animal yendo su trompa hacia su corazón.
Análisis Iconológico: El historiador griego Herodoto fue el primero, cinco siglos antes de Cristo, en utilizar la palabra “Elephas” (que significa “marfil”) para designar al paquidermo.
Más tarde, en el siglo I, Plinio dedica el comienzo del libro octavo de su Historia Natural’ al elefante por ser el más grande de los animales terrestres.
Dicen las gentes que los griegos lo llaman «elefante» debido a su tamaño, pues sugiere la forma de una montaña; y en griego montaña se dice “Efipno”. En las Indias, sin embargo, se le conoce por el nombre de “Barrus” a causa de su voz; de ahí que la voz se diga de «barítono» y los colmillos de marfil (ebur). Su nariz se llama proboscis (=para los matorrales), pues con ella se lleva a la boca las hojas que come, y parece una serpiente.
En el bestiario medieval el elefante es considerado un símbolo de responsabilidad, al ser un animal eminentemente social porque tiene gran cuidado y responsabilidad con sus hijos, así como de sus mayores. El elefante también tiene una inmensa determinación y la lealtad dirigiéndose siempre defender a los demás y siempre en defensa de los miembros del grupo en su hábitat natural.
Los elefantes también expresan sensibilidad avanzada y conexión social, especialmente durante el tiempo de la muerte que viajan a un lugar específico, para ello, en cumplimiento de su responsabilidad personal incluso al final de sus días.
El significado simbólico del elefante ocupa fundamentalmente la fuerza el honor, estabilidad y paciencia entre varios de sus atributos. A la manera del pensamiento Hindú, el elefante se encuentra en forma de Ganesha, que es el dios de la suerte, fortuna, protección y es una bendición a todos los nuevos proyectos. Ganesha en su elefante magníficamente vibrante en su gloria, tiene la intención de demoler los obstáculos en su nombre, curiosamente al macho elefante se le denomina “toros”.
El elefante como amuleto tiene una procedencia hindú y surge de la leyenda de Ganesha, el dios con cabeza de elefante del panteón hindú, anteriormente citado. Era hijo del dios Siva y la diosa Parvati. Se distinguía por ser muy obediente a las órdenes que le daban sus superiores y profesaba un gran amor a su madre. A Parvati le gustaba quedarse sola en su palacio y para que nadie la molestara ponía a Ganesha de centinela en la puerta con la orden de no dejar pasar a nadie y así evitar ser molestada. En cierta ocasión mientras su madre se bañaba él cuidaba su intimidad tratando de que nadie irrumpiese en la casa. Cuando su padre Siva quiso entrar en el palacio, Ganesha le negó la entrada pues no tenía la autorización de su madre. Siva se enfureció y con su espada le cor la cabeza que saltó y rodó por una pendiente hasta desaparecer. Parvati al oír los ruidos del altercado salió del palacio y encontró a su hijo muerto, decapitado y ensangrentado por ser fiel y obediente a las órdenes que había recibido. Siva, aunque violento e irascible, poseía un corazón bueno y arrepentido por su acción mandó a un servidor que le trajese la primera cabeza que encontrase. El criado lo primero que encontró fue un elefante. Le cor la cabeza y se la llevó al dios quien la puso de nuevo sobre los hombros de su hijo para resucitarlo. Desde entonces Ganesha dejó de ser un hermoso joven de rostro humano para convertirse en un hombre rechoncho con cabeza de elefante, cuatro brazos, larga trompa y orejas grandes.
 
En muchas culturas occidentales, el significado elefante pertenece a confiabilidad, dignidad, poder, realeza y orgullo. En el simbolismo cristiano el elefante es un icono de la templanza, la paciencia, y la castidad. Como un símbolo chino, el elefante es considerado un símbolo de felicidad, longevidad y buena suerte.
Algunas culturas asiáticas también creen que el elefante es una criatura cósmica, y lleva el mundo sobre él, de ahí su representación cargando una torre o incluso la veda celeste.
 
Fig. - Grotesco Modernista en la fachada de Banesto Barcelona. (España).
 
“…Los elefantes se defienden mediante colmillos de marfil. No existen animales mayores. Los persas e indios, instalados en torres de madera a lomos de los elefantes, luchan a veces entre sí con jabalinas, como si lo hicieran desde un castillo. Poseen gran inteligencia y memoria; se desplazan en rebaños y copulan dándose la espalda.
 
La gestación de los elefantes dura dos años; paren una sola vez, y no varias crías simultáneamente, sino una sola. Viven trescientos años. Si uno de ellos desea criar, se encamina a Oriente, hacia el Paraíso; allá crece un árbol llamado Mandrágora, al que se acerca el elefante con su pareja. Primero prueba él del árbol, y a continuación da a probar a la hembra. Cuando mastican la planta quedan seducidos, y ella concibe en su vientre de inmediato. Cuando llega el momento indicado para el parto, la elefanta se introduce en un lago, hasta que el agua le llega a las ubres. Entretanto, el padre la vigila mientras está dando a luz, ya que existe un dragón que es enemigo de los elefantes. Además, si llega a pasar una serpiente, el padre la mata y la pisotea. El elefante también es temible para los toros... y sin embargo, los ratones le asustan.
 
La naturaleza del elefante es tal, que si cae al suelo no es capaz de incorporarse. Por ello, cuando desea dormir, se apoya contra un árbol, pues carece de articulaciones en las rodillas. Y por esa razón, el cazador corta parcialmente el tronco, de manera que el elefante, al apoyarse, se desplome a la vez que el árbol. Al caer, pide auxilio a gritos; e inmediatamente aparece un gran elefante, que no es capaz de levantarlo. Entonces gritan ambos, y aparecen en escena doce elefantes más: pero ni siquiera ellos pueden alzar al caído. Todos ellos gritan, pues, en petición de ayuda, y llega en seguida un elefante muy pequeño que coloca su boca y su trompa balo el caído, levantándolo. Este pequeño elefante tiene, además, la propiedad de que nada maligno puede acercarse a su pelo y huesos reducidos a cenizas, ni siquiera un dragón.
 
El elefante y su hembra representan, pues, a Adán y Eva. Cuando eran agradables a Dios, antes de que cedieran a la provocación de la carne, nada sabían de cópula ni conocían el pecado. Y sin embargo, cuando la mujer comió del Árbol de la Ciencia, que es lo que la Mandrágora significa, y dio al hombre uno de los frutos, quedó inmediatamente convertida en una vagabunda, y por ello tuvieron que salir del Paraíso. Pues Adán no la conoció durante todo el tiempo que permanecieron en el Paraíso. Pero entonces, dicen las Escrituras, «Adán conoció a su mujer, que concibió y dio a luz a Caín, sobre las aguas de la tribulación». A propósito de cuyas aguas exclama el Salmista: «Sálvame, oh Dios, pues las aguas han penetrado hasta mi alma». E inmediatamente, el dragón los corrompió y los hizo extraños al refugio divino. Es lo que resulta de no agradar a Dios.
 

Cuando llega el elefante grande, es decir, la Ley mosaica, y no consigue levantar al caído, sucede lo mismo que cuando el fariseo fracasó con el hombre que había caído entre ladrones. Tampoco pudieron levantarlo los doce elefantes --o sea, los profetas-, del mismo modo que el levita no levantó al hombre mencionado. Esto significa que Nuestro Señor Jesucristo, aunque
era el más grande, se convirtió en el más insignificante de todos los elefantes. Se humilló, y mostró su obediencia incluso hasta la Muerte, con el fin de levantar a los hombres.
 
El elefante pequeño simboliza también al samaritano que colocó al hombre en su yegua. Él mismo, herido, car con nuestras dolencias y nos alivió de su peso. Además, este samaritano celestial se interpreta como el Defensor, sobre el que escribe David: «El Señor defendiendo a los humildes». Y también, con referencia a las cenizas del elefante pequeño: «Cuando el Señor está presente, ningún demonio puede acercarse».
 
Es un hecho que los elefantes destrozan todo aquello en torno a lo que enroscan sus trompas, como el desplome de una prodigiosa ruina; y todo lo que aplastan con las patas, lo pulverizan.
 
Nunca discuten a propósito de sus hembras, pues no conocen el adulterio. Son de un carácter dulce y bondadoso, y si encuentran a un hombre perdido en el desierto, se ofrecen a guiarlo hasta senderos conocidos. Si están reunidos en grandes rebaños, se abren camino utilizando sus trompas con suavidad y cuidado, para evitar que sus colmillos puedan matar a algún animal en el camino. Si por azar se ven envueltos en combates, se preocupan en gran manera de sus bajas, conduciendo a los heridos y agotados al centro del rebaño…”24Cambridge, 24-28”
 
“…Si se queman sus huesos y su piel, el olor que resulte ahuyentará a las serpientes, su veneno y su maldad, pues tal es su naturaleza. De tal manera se vence a las serpientes, a las ponzoñas y a las alimañas, por la obra de Dios y por su poder; Así lo dice el texto divino…”. ( Pt, VV 1517-1530).
 
“…Y sabed que tienen gran inteligencia, pues siguen la disciplina del sol y de la luna, igual que los hombres. Y van juntos en gran multitud, por escuadrones, y el de más edad es el jefe de todos ellos; Y el que le sigue en edad los conduce y los azuza por detrás. Y cuando están en combate, sólo utilizan uno de sus colmillos, y guardan el otro por si lo necesitan; Sin embargo, cuando van a ser vencidos, se esfuerzan por utilizar los dos. La naturaleza de los elefantes es tal, que la hembra antes de los trece y el macho antes de los quince, ignoran lo que es la concupiscencia; Y no obstante, son tan castos, que no hay entre ellos disputa alguna por las hembras, cada uno tiene la suya, a la que permanece unido durante todos los días de su vida, de tal modo que si uno pierde su hembra o ella al macho, jamás vuelven a tener pareja, sino que van siempre solos por los desierto…” Brunetto, 164- -T65 (1:187)
 
Otra propiedad (Del elefante) es que en trescientos años no tiene más que un hijo y lo lleva dos años en el vientre; Y cuando paren, permanecen en agua profunda, pues si el nacido cayera en tierra no podría recogerlo, ni él podría levantarse. Del mismo modo, los hombres deben hacer de sus hijos es decir sus buenas obras en el agua, esto es, en un lugar en que no se pierdan, Pues todo lo que no se hace con Dios, se pierde. Está escrito: “Si el señor no custodia la ciudad, vigilan en vano los que la custodian”. Valdense, VI n.o 35.
 
1    IGNACIO MALAXECHEVERRÍA, (2006) “Bestiario medieval”- Ediciones Siruela Madrid
 
Fig. - Bestiarius de Anne Walsh.
El elefante, también se relaciona con la Castidad y con el Bautismo, ya que este animal pare a sus crías dentro del agua para protegerlas de las serpientes, idea que recoge asimismo san Isidoro (Etimologías, Cap. XII, 2-16) al decir: “Cuando paren, colocan a sus crías en el agua o en alguna isla a causa de las serpientes, sus enemigos naturales, pues los estrangulan enroscándolos con sus anillos”.
“, Ni siquiera el elefante, a pesar de su magnitud, está a salvo del dragón: éste se esconde al acecho cerca de los caminos por los que suelen transitar los elefantes, y se enrosca en sus patas hasta hacerlos perecer por asfixia”. Esta historia, ya conocida por Plinio el Viejo y Solino, se repite en el Hexaemerón de san Ambrosio, pasando, apenas sin variación, a los diversos bestiarios latinos y franceses25
A veces se le representa portando sobre su espalda un castillo, como alegoría de las enfermedades, miserias que se han de soportar en el curso de la vida terrenal y del peso de los pecados.
Por otra parte, es símbolo de humildad, se asocia a la figura de Cristo, que se convirtió en el s pequeño y obediente de los humanos hasta asumir su propia muerte.
Otra alusión simbólica cristiana, asocia al elefante y su compañera con la personificación de Adán y Eva, pues mientras fueron virtuosos, es decir obedientes al Señor, antes de su pecado original de desobediencia, no conocieron el coito ni tuvieron idea siquiera de su unión carnal; pero cuando la mujer comió del fruto del árbol (la mandrágora espiritual) y dio de comer de él a su compañero, quedó grávida de males. A causa de ello tuvieron que salir del Paraíso.
Según Pierre de Beauvais: Cuando llega el tiempo en que el macho siente deseos de procrear, se dirige hacia oriente con su hembra, cerca del Paraíso donde nació Adán. Allí crece un árbol llamado mandrágora. La hembra es la primera en comer el fruto del árbol, luego le da al macho para que también coma. Tan pronto come, se unen los dos e inmediatamente la hembra concibe”. En clara alusión a lo acontecido en el paraíso con Adán y Eva.
 
 
Motivos del bestiario en la escultura románica abulense, en Cuadernos de Arte e Iconografía, Tomo II - 3, 1989
 

Éste texto ha sido extraido de la obra de éste mismo autor Gargolarium serie de libros sobre la estatuaria gargolaria de España y Europa estudiando su iconografía y su iconología para dar mayor difusión  y conocimiento sobre  la simbología de la estatuaria gargolaria. Objeto de su tesis doctoral leida en 2013 y que obtuvo la calificación de sobresaliente cum laude.
 
 
 
 
 
 

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