MONO/SIMIO
Localización: San Juan
de los Reyes Toledo. (España).
Análisis
iconográfico: Podemos observar una figura sentada en sus cuartos
traseros con las patas posteriores cruzadas ocultando el pecho y los pies cruzados, montados uno sobre otro, sus brazos discurren en paralelo al cuerpo y su rostro
y forma se asemejan a los de un simio, cráneo achatado
de ojos pequeños
y con la boca abierta y prominente, la talla está realizada de tal forma que recuerda
a las formas ondulantes del pelo que recubre todo su cuerpo, por último su cola rodea
por completo a la figura sedente. También puede observarse alrededor del cuello, un collar o cadena que lo sujeta.
Análisis
Iconológico: La imagen del simio, recuerda en cierta manera
a la del ser humano, pareciéndose a nosotros aun siendo muy diferentes, pero existiendo una ambigüedad entre la forma y el comportamiento entre ambos, ésta ambigüedad hizo que estos fueran usados como espejo del comportamiento positivo/negativo de los hombres
en representaciones tanto literarias como artísticas de toda índole. Los simios suelen
representarse como emblemas de la usura y de la lujuria, también como símbolos del estatus social del individuo, incluso son representados con rasgos positivos, pero manteniendo siempre unas pequeñas pinceladas de travesura en la imagen.
Fig.- Cabeza de gárgola Azteca.
A lo largo de la Edad Media, el simio fue representado con mucha difusión en los márgenes de las obras literarias y arquitectónicas, ya fuera
en capiteles de edificios religiosos como en manuscritos iluminados, sufriendo grandes y drásticos cambios de imagen y simbolismo después del siglo XII, momento en que los simios, entraron
a formar parte del paisaje
urbano. El simio se suele representar con el cuerpo cubierto de pelo, nariz achatada y boca extremadamente prominente, apareciendo como ejemplo de extrema fealdad y como tal incluso llegando a formar imágenes confusas
con un hombre deforme y feo. Cuando se representa
a la hembra en los Bestiarios, siempre aparece con su progenie, por norma general gemelos, uno colgando del cuello y otro en sus brazos.
Fig.-Simios y arquero. Bestiario Workshop,
.Lincoln o York? (Inglaterra), c. 1185. “Nueva
York, The Pierpont Morgan Library, Ms. M. 18, fol. 19v.http://corsair.morganlibrary.org/ icaimages/8/m81.019va.jpg
[captura 27/3/2013].
En la escultura, el simio se representa agachado y encadenado con una soga
o cadena alrededor del cuello, soga que en ocasiones
sostiene el hombre, un cazador, etc. Existe
una excepción en la Puerta de las Platerías de la catedral de Santiago de Compostela, en el que aparece con alas, formando parte de las tentaciones de Cristo.
Fig.-Mono alado en las Puertas de Platerías de Santiago de Compostela.
Aunque la mayor variedad iconográfica la hallamos en los márgenes de los
manuscritos iluminados, donde la figura
del mono, aparece, parodiando las acciones de los seres humanos, mostrando trucos de juglares o bien formando
parte
de fábulas o cuentos moralizantes, incluso es posible verlos junto al árbol del
conocimiento en la escena de la tentación de Adán.
Fig.-Detalles de simios en los tapices
de “El Gusto “de la serie de La Dama y el Unicornio, Flandes, finales del siglo XV. Paris, Musee national du Moyen Age – Thermes
de Cluny..
Siendo a partir del siglo XII cuando aparecen
representaciones pictóricas mucho más realistas
de los distintos tipos de simios, atendiendo más a un estudio más serio de carácter
zoológico que a un contenido
de tipo moral o simbólico. Las fuentes que mencionan a los simios en la Edad Media son muy numerosas y de todo tipo, como son Bestiarios, fábulas o “Exempla”,
siendo sin embargo
muchas de éstas fuentes de origen clásico o mero citas repetitivas de fuentes comunes..
Fig.- Simio en el Monasterio de Batalha, Portugal.
En las fábulas de Esopo, en el siglo VI a.C. que tiene varios relatos en los
que aparece el mono como personaje principal, “La zorra y el mono disputando su nobleza”,
“La zorra y el mono coronado rey”,
“El camello, el elefante y el mono”,
“los monos bailarines”etc, sólo por citar algunas
de ellas, éstas fábulas
formarán parte de una
tradición de historias relacionadas con animales antropomorfos, redescubierta en la Edad Media, insistiendo en el mensaje del mono, como animal mentiroso y con aspiraciones de emular a los hombres, la fábula
titulada “Los monos
y su madre” será de especial interés en el posterior desarrollo del simbolismo del simio, impactando de manera ejemplar en los autores posteriores, fábula que dada su posterior importancia transcribo a continuación “La mona madre, se dice, tiene dos crías
en cada parto. La madre abraza a una y la nutre con el mayor afecto y cuidado, mientras que odia y deja de
lado a la otra. Sucedió una vez que la cría más amada
murió sofocada por el inmenso cariño de la madre, mientras que la cría despreciada se nutrió y creció a pesar de
la negligencia a la que se exponía.
Las buenas intenciones no siempre aseguran el éxito”…
El “Fisiólogo”
en el siglo II d.C. recoge ésta fábula, ampliándola con otro tipo de comentarios, comparando al mono con el diablo, comparación que tendrá bastante
fortuna posteriormente en el mundo medieval. El texto en su traducción
al castellano es como sigue…“[De los simios] Los simios se llaman simie en
latín debido a la similitud existente entre su mentalidad y la de los seres humanos
la cual se suponía que era grande. Los simios son muy conscientes de los elementos; se regocijan cuando la
luna es nueva y se entristecen cuando se desvanece. Una característica de los simios es que cuando una madre da a luz gemelos, ama a uno y desprecia al otro. Si alguna vez sucede que ella
es perseguida por los cazadores, lleva a su gemelo amado con ella en sus brazos y el que ella
detesta lo deja colgar sobre sus hombros. Pero cuando está cansada de ir en posición vertical, deliberadamente deja caer a su gemelo amado y de mala gana salva al que ella odia. El simio no
tiene cola. El diablo tiene la forma de un mono, con una cabeza, pero con la ausencia de la cola. A pesar de que todas las partes del mono son asquerosas, sus partes traseras son repugnantes
y suficientemente horribles. El diablo comenzó como un ángel en el cielo. Pero en su interior era un hipócrita y un estafador, y perdió su cola, porque él morirá por completo, al final, al igual
que el apóstol dice: ‘El Señor lo consumirá con el espíritu
de su boca’ (2 Tesalonicenses
2:8). El nombre symia es griego y significa ‘nariz achatada’. De ahí que se llame symia a los
simios porque se han comprimido las fosas nasales
y tienen una cara espantosa,
sus pliegues
vilmente se expanden y contraen como un fuelle, aunque la cría de cabras también tiene una
nariz achatada. Los monos llamados
circopetici tienen colas. Esto por sí solo los distingue
de los monos que se mencionaron anteriormente. Los Cenophali
se cuentan entre los simios. Se producen en gran número en algunas zonas de Etiopía. Saltan violentamente y muerden ferozmente.
Ellos nunca son tan mansos, sino que su ferocidad se incrementa. Las esfinges
también se incluyen entre los simios. Tienen el pelo hirsuto
en sus brazos y son fáciles
de enseñar a olvidar
su naturaleza salvaje”.
Fig.- Quimera de simio en Notre Dame de París.
Cayo Julio Solino en su “Collectanea rerum memorabilium” del siglo III d.C. los describe como que a los monos les gusta imitar a los hombres, encariñándose excesivamente con sus hijos, llevando a su cría favorita en sus brazos, aunque la dejen caer cuando huyen de los cazadores
y descuidando a la otra cría, que sin embargo se aferra al cuello de su madre. También afirma que se regocijan cuando la luna está llena y lloran cuando se desvanece aplicándole esto último tan sólo al babuino.
Fue en la antigüedad
clásica cuando algunas de las percepciones más comunes respecto
a los simios fueron forjadas, no
se les escapó ni a los griegos ni a los romanos las características cuasi-humanas de los simios, llegando a la
conclusión, para aclarar
su existencia, que estos posiblemente hubiesen sido
originalmente humanos, que no obedecieron algún mandato divino y en castigo
por su arrogancia, fueran degradados hasta
un nivel infrahumano, así pues, el poeta épico Ennio, citado en “De natura deorum”, 1,35,97, de Cicerón nos dice” Simia quam similis turpissima bestia nobis” (“Los monos son unas bestias feísimas similares
a nosotros”), contemplándolos por tanto como una caricatura humana, convirtiéndolo
en el prototipo del embaucador, del adulador, del hipócrita, así como el prototipo de la fealdad
extrema.
Actitud aún más recrudecida cuando los escritores
patrísticos, conocedores de lo peyorativo del término “simio”, lo usan para describir a todos los enemigos de Cristo, paganos, apóstatas, herejes
e infieles pasaron
a ser tildados con esa coletilla, llegando al culmen de la interpretación más perjudicial
en “el Fisiólogo”, en el que se afirma que junto con el asno salvaje, el simio es la viva representación del diablo, apoyándose en dos ideas básicas, una, la falta de cola del simio, vista como símbolo de su arrogancia y por otro su carácter imitativo, equiparable al demonio con su incesante ambición
de imitar a Dios llegando a ser conocida tal actitud como “Simia Dei”, existiendo posiblemente tal conexión
entre el mono y el diablo, al vivir su cautiverio el pueblo hebreo
en Egipto, lugar donde se adoraba
al babuino, deificado en la figura de Babi, uno de los dioses del inframundo, la función
de éste era la de comerse las almas de los injustos, después de haber sido pesada en la balanza
de Maat, llevándoselas por un lago de fuego, por lo que la conexión de babuino, inframundo y fuego hiciera
tener por sinónimos al simio y al demonio, idea que perduró
en la iglesia durante toda la Edad Media.
Fig.- Representación de la diosa Babi.
San Isidoro de Sevilla
en sus “Etimologías”
en el Libro XII, “De animalibus”, 30-31(627-630), menciona el autor el origen
griego
de la palabra “simio”, relacionándola con la nariz fea y achatada,
antes de entrar en la discusión sobre la
belleza o no de los simios, desmintiendo el parecido de ellos con los humanos, al carecer de raciocinio. Posteriormente san Isidoro sigue a Solino informando
que los simios se regocijan con la luna llena y llorando cuando se desvanece, haciendo
a su vez referencia a que la madre simio tiene en su camada
gemelos y que lleva en brazos a uno y del cuello
al otro, describiendo brevemente los cinco tipos de simios
que existen unos con cola y otros
sin ella.
Bernardo Silvestre redacta un tratado mixto en prosa y verso,” De Mundi universitate sive Megacosmus et Microcosmus (1147)” sobre la formación del mundo por parte de la inspiración divina, asistida por la natura y otras figuras alegóricas y mitológicas, concluyendo en la sección de la creación de los animales con “Prodit et in risuhominum
deformis imago
simia, naturae
degenerantis homo” (El mono surgió como la imagen irrisoria y
deformada de un hombre, un hombre
en estado de degeneración). Será Hugo de San Víctor, en su sermón inédito, París, BnF, Ms.Lat.14934, fol.82r en el siglo XII quien nos dirá...” A pesar de que el mono es el animal más vil, sucio y detestable, los clérigos gustan de mantenerlos en sus casas para que aparezca en sus ventanas con el fin de impresionar a la gentuza que pasa por delante de su casa con la gloria de sus posesiones”. También contempla
Bernardo Silvestre en esa misma obra al simio como un último esfuerzo de Dios, antes de la creación de Adán, convirtiéndose por tanto en una advertencia “…Si nos negamos a aceptar la salvación de Dios y sin justificación nos abandonamos a los pecados de la carne, si dejamos que nuestros impulsos animales se lleven lo mejor de nosotros, entonces habremos descendido al nivel de los simios, humanos
en forma, pero ridículos y despreciables en todas nuestras obras, porque nos habremos separado
de la fuente de la sabiduría
divina”. Tal transformación de
concepto debió tener distintas consecuencias, entre ellas no sólo la llegada de los simios a Europa,
sino también El resurgir
de las fábulas y el reconocimiento de lo clásico, así como el uso de los “Exempla” por las órdenes mendicantes.
Fig.- Gárgola en la Lonja de la Seda Valencia. (España).
No sólo se valió la iconografía del simio
de las fuentes textuales, sino también de los primeros especímenes que fueron introducidos en Europa, y de su observación directa, como consecuencia de la apertura de las rutas comerciales con Oriente Próximo, siendo por tanto, muchas de las historias de las que formaba parte, provenientes
de una tradición oral, aunque
posteriormente en el siglo
XII fuesen codificadas todas ellas en manuscritos
a lo largo de toda
Europa Occidental. El mono a diferencia de otros motivos iconográficos, puede considerarse una figura universal en el arte de la Edad Media, siendo
representado en numerosas obras y soportes en toda Europa Occidental,
a pesar de que muchas de éstas primeras
obras han desaparecido, han podido
identificarse al menos dos que tuvieron
como base el modelo paleocristiano. La ilustración que acompaña al Salmo 77 del Salterio
de Stuttgart (Stuttgart, Wurttembergische Landesbibliothek, Ms.Cod. 23).
Fig.- Salterio de Stuttgart.
Y la pila bautismal realizada
por el maestro Roberto para san frediano
de Lucca (Italia).
Fig.-Moisés y
la hija del Faraón (simio sentado al
lado de la hija). Maestro Roberto,
pila bautismal de san Frediano de
Lucca (Italia), último cuarto del
siglo XII..
Fig.- Catedral de Friburgo, Alemania.
En ambos casos, el simio aparece
como símbolo faraónico, pero éstos no son los
únicos casos donde aparece, anteriormente hemos citado el de las Puertas de las Platerías
de Santiago e incluso
en las misericordias de la capilla de san Jorge en
el Castillo de Windsor en Inglaterra, realizadas en el siglo XV, representando
el simio como parte integrante de las fábulas representadas.
Los simios atados y encadenados hacen su aparición por primera vez en los
capiteles del románico del norte de España, como los de Jaca, Burgos o Silos, todos ellos entre finales del siglo XI y el segundo tercio del XII, teniendo por significado el ser símbolos
del vicio generalizado, sobre todo asociados a la usura y
la lujuria, identificándose además con las figuras de los condenados al infierno,
siendo a finales del siglo XII cuando nos encontramos las representaciones de simios en los márgenes de los manuscritos, especialmente en libros de horas, salterios y biblias entre los siglos XIV y XVI en Francia,
Inglaterra e Italia. En éstos
ejemplos los monos aparecen
parodiando acciones humanas, luchando
contra pájaros, o mostrando
nociones de tipo folclórico, haciendo que éstas imágenes marginales y confusas, incluso a veces monstruosas, favorecieran
un enfoque más espiritual de los asuntos
sagrados, mediante la participación de todo tipo de comportamientos, incluso
obscenos a veces, ridículos las más, ya que principalmente iban destinadas a hacer reír al lector, no haciendo sino enfatizar aún más el contenido moral del texto al que acompañaban.
Fig.- Simios parodiando a la Iglesia.
Salterio, Gante (Belgica), c. 1320-1330. Oxford,
Bodleian Library, Ms. Douce 6, fol. 17v.
Fig.- Mujer amamantando a un
mono, Lonja de la Seda, Valencia (España).
Éste texto ha sido extraído de la obra de éste mismo autor "Gargolarium: Guía visual del análisis iconográfico e iconológico de la estatuaria gargolaria de España y los países de su entorno".
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